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CULTURA

Payne, en una Europa a sangre y fuego 

El historiador recorre las guerras civiles y revoluciones
del siglo XX en su nuevo libro

MANUEL DE LA FUENTE, MADRID
«Siglo XX, cambalache, problemático y febril»,
compuso el tanguero Enrique Santos Discépolo.

Quizá quería decir, siglo XX, matanza, carnicería, genocidio. Sangre sudor y lágrimas que Churchill pidió a su pueblo y que derramarían generosamente durante años las naciones de medio mundo, en una serie de enfrentamientos y degollinas que culminaron en la terrorífica escabechina de la II Guerra Mundial. Pero desde principios de siglo se habían producido luchas terribles que enfrentaron, principalmente, a fascistas y antifascistas, mejor aún, a fascistas y, casi sólo con la excepción española, donde el anarquismo era poderoso, a fascistas y comunistas. Esos senderos de apenas gloria y una violencia telúrica desatada son los que recorre el historiador norteamericano Stanley G. Payne (foto) en su nuevo libro, «La Europa revolucionaria. Las guerras civiles que marcaron el siglo XX» (Ed. Temas de Hoy).

La izquierda, sobre todo la española, siempre ha pensado que la Segunda Guerra Mundial no empezó con la invasión nazi de Polonia, sino que venía gestándose desde antes, en las calles de media Europa. «No creo en esta interpretación —asegura categórico Payne—. La Primera, aunque terminó en algunos enfrentamientos civiles, fue una guerra clásica entre estados nacionales e imperios. En cuanto a la Segunda, hubo una guerra principal y unas guerras paralelas, la mayoría luchas por la liberación, y alguna guerra civil como la yugoslava y la griega. Para mí, el concepto de guerra civil europea es una exageración».

Una guerra «muy especial»
En este desolador panorama, los españoles nos entregamos al frenesí cainita, al furor fratricida. «La Guerra Civil española es muy especial —describe el historiador—. Fue la única que tuvo lugar en el occidente europeo y su revolución no era comunista sino anarquista y socialista. También tuvo importancia desde el punto de vista militar, estratégico y armamentístico. Y por último, otra peculiaridad: en las guerras
civiles de Europa, cuando ganaban los contrarrevolucionarios lo normal fue que establecieran un sistema parlamentario; en España, sin embargo, acabó en una férrea dictadura semifascista».

Tampoco cree Payne que otro desenlace de nuestra contienda hubiese tenido alguna consecuencia: «Desde luego, Hitler no desató la guerra porque Franco ganara en España. No creo, como hacen los republicanos, que la guerra española fuera la primera batalla de la Guerra Mundial».

Finalmente, cabe preguntar: ¿está Europa totalmente vacunada contra las guerras civiles? «Esos conflictos fueron consecuencia de la convergencia de una serie de factores económicos, sociales, tecnológicos... que ni ahora ni en el porvenir inmediato se van a producir».
Bienvenidas sean las palabras de Payne. Sólo nos queda tocar madera.
13.02.2011